domingo, 1 de febrero de 2009

Felices los Búfalos


La puerta del subte se abre y entran tres mujeres con una nena. Tienen los ojos rasgados y usan vestidos de fiesta con mangas de seda fruncidas hasta los codos, inapropiados para el calor de un mediodía en verano. Las más grandes ríen ajenas al clima y a la nena, de unos once años, que susurra canciones mientras balancea sus piernitas flacas con aburrimiento. Las mujeres llevan, además, un carro de compras vacío. Se bajan en la estación Juramento y caminan varias cuadras hasta desembocar en el Barrio Chino de Belgrano, allí donde comienza a celebrarse el año del búfalo.

El ritual del año nuevo chino dura 15 días. Es una celebración morosa, discreta, con sobres rojos que se deslizan bajo las puertas con buenos augurios. Pero nada más ajeno a la espiritualidad oriental que la calle Arribeños repleta de tenderetes y visitantes. Los vendedores no tienen tiempo para el recogimiento. Están ocupados en ofrecer mercancías de colores. Las tres mujeres y la nena se mezclan entre una multitud de familias porteñas narcotizadas por el exotismo de los chinos, que parecen no entender cuando alguien pide rebaja por media docena de alhajeros de porcelana. No es que pongan mala voluntad. Sólo está claro que los visitantes insistentes no les interesan. Pero lo hacen saber con una sonrisa tan natural, que quien los ve no puede dejar de sentir que ha pretendido quebrar un orden natural, inmutable, como el ciclo de las lluvias.

La calle también está repleta de tiendas de comida en oferta. Las mujeres del carrito compran vino de arroz en cuencos cerámicos, té de jazmín, leche de almendras, café frío enlatado, fuentes con pato laqueado y arrollados de verdura fritos, brotes de bambú, hongos. En el aire del Barrio Chino flota un olor a picor de pimienta, a azúcar quemada, a jengibre y anís.

Sin saberlo, son ellas quienes a su paso inician la ceremonia del dragón, que es como una larga marioneta dorada que cargan nueve varones mientras tocan el gong. El dragón visita cada negocio del barrio chino para derramar sus bendiciones de prosperidad. Pero son las mujeres vestidas de fiesta quienes entran primero y se llevan el carrito cargado de adornos de bisutería.

Sobre el final de la tarde toman el subte de vuelta a casa. Ya no hablan ni ríen. Sobre la falda de la nena descansa un gato de juguete adentro de una caja de celofán. Parado sobre sus cuartos traseros, balancea remolón una pata delantera. Es un modo de llamar a la suerte. Pero la suerte tiene sueño. También la niña, exhausta tras el bullicio de la calle Arribeños. Cierra los ojos. Sueña que un dragón dorado yace dormido a su lado en medio del cielo seco de lluvias. Ella lo arrulla con canciones de un grupo de música que se llama Miranda!, que son las que ella sabe, y el dragón parece complacido aunque no comprenda el idioma.

Juana Menna
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martes, 27 de enero de 2009

Feliz 4707


En China, los fuegos artificiales tienen fama de ahuyentar los malos espíritus. Y así, en medio de un bombardeo de luces y chispas, ese país festejó el domingo a la noche la llegada del año nuevo lunar, su mayor festividad, que, según el horóscopo chino, corresponde al búfalo, que representa para los chinos el trabajo, el esfuerzo y el éxito, virtudes con las que esperan superar la crisis económica.
Como marca la tradición, la gran celebración comenzó cuando asomó la primera luna nueva tras el solsticio de invierno, y después de los banquetes familiares de fin de año, o nianyefan, las autoridades levantaron por dos semanas la prohibición el uso de pirotecnia, y los cohetes rompieron en el cielo para saludar al año 4707, según el calendario chino.
A diferencia de las zonas rurales, en las que la crisis se siente con gran fuerza después de que más de 8 millones de inmigrantes volvieron a sus casas sin trabajo tras el cierre de fábricas, el gasto en las ciudades chinas aumentó bastante en el último día del año.
El domingo se vendieron en Pekín 230.000 cajas de cohetes, un 28 por ciento más que el año anterior, y en Shanghai hubo trabajo extra para 30.000 barrenderos, que tuvieron que retirar ayer 1200 toneladas de escombros de los fuegos artificiales, según datos de la agencia de noticias Xinhua.
Sólo en Pekín, y por un día, los negocios tuvieron ventas por 85.200 millones de dólares, 13,4 por ciento más que el año último.
Pero los festejos de la mayor fiesta familiar china duran alrededor de una semana, cuando el país queda prácticamente paralizado. Ayer fue el primer día del año o bainian, que dedican a visitar a los familiares; acuden a los templos para pedir buena fortuna en el ciclo que comienza; disfrutan de los bailes de figuras de dragones y leones, y de espectáculos de títeres o de ratones amaestrados. Y también empezó el Chun Jie o Festival de la Primavera.
Así, en Pekín, el templo de la Tierra y los taoístas de Dongyuemiao y Baiyunguan recibieron en un día millones de pequineses en busca de cobijo espiritual para empezar el año.
El carácter familiar del Festival de la Primavera supone el mayor éxodo festivo del mundo, con 2230 millones de desplazamientos previstos en 40 días, lo que equivaldría a que toda la población italiana; es decir, 58 millones de personas, se desplazara en un día.
En estos días, las ferias de los templos son una auténtica concentración de cultura tradicional china, algo difícil de ver en otro momento del año. Uno de los platos típicos para la ocasión, que se puede probar en los templos, es el labazhou, sopa dulce de arroz y otros cereales como mijo, sorgo o cebada.
Aunque este año las reuniones familiares están marcadas por la crisis, con 130 millones de inmigrantes sin trabajo, según datos del Ministerio de Agricultura chino.
En familia, los chinos vieron la tradicional gala de la Televisión Central China (CCTV), y después empezaron a enviar mensajes de texto. Las empresas de telecomunicaciones calculan que entre el domingo y el sábado 31 se enviarán 18.000 millones de mensajes, 10.000 millones más que el año último.
Este año, el mensaje de moda es happy niu year, un juego de palabras que mezcla la felicitación en inglés feliz año nuevo y la palabra niu, que significa búfalo en mandarín.

Fuentes: EFE y DPA
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martes, 30 de diciembre de 2008

Astrólogos chinos vaticinan que la crisis habrá pasado en 2010


Pekín, 29 dic (EFE).- La crisis económica empezará a remitir a partir de agosto y en 2010 estará completamente superada, mientras que el próximo será un año más benéfico que 2008, según vaticinan los maestros del templo taoísta más importante de China, el de la Nube Blanca.

Así lo aseguró hoy a Efe el maestro Zhao Yuanfu, uno de los que habitan en el templo Bai Yun ("nube blanca", en mandarín), el epicentro del Taoísmo en China desde hace mil años.

"A partir de agosto empezará a mejorar la crisis, y en 2010 estará superada por completo, según las predicciones del Taoísmo", vaticinó sin un atisbo de duda el maestro Zhao.

Como el resto de maestros taoístas, Zhao basa sus predicciones en las creencias del Fengshui ("viento y agua"), muy populares ahora en Occidente, y en la observación de la naturaleza y de los astros.

El tumultuoso Año de la Rata dará paso el próximo 26 de enero, según el calendario lunar chino, al del Buey: "la tendencia general va a ser buena, se va a superar la crisis", insiste el maestro.

El zodíaco chino está compuesto por doce animales -rata (ratón), buey (búfalo o toro), tigre, Conejo (liebre o gato), dragón, serpiente, caballo, cabra (oveja), mono, gallo, perro y jabalí (cerdo)-, los doce que visitaron a Buda antes de su muerte, o los que asistieron al banquete del "Emperador de Jade", según otra leyenda china.

Estos animales se combinan con cinco elementos -agua, madera, fuego, metal (oro o hierro), tierra- y a su vez con el Yin y Yang, los elementos negativo y positivo que conforman el concepto de dualidad del Taoísmo, y así, el 2009 es el del Buey de Tierra Yang.

Explica Zhao que "según la tradición china, el Buey es un símbolo de buena suerte. La tendencia para China va a ser buena, va a crecer su importancia en el mundo. También va a ser un buen año para el Taoísmo, vamos a tener muchos intercambios con otras religiones y culturas".

El Taoísmo y el Confucionismo, consideradas más filosofías que religiones, están reviviendo una particular efervescencia en una China abandonada por los ideales comunistas y entregada alegremente a un capitalismo vacío de espiritualidad.

El camino del Tao (o Dao), que en mandarín significa "verdad" y "camino", lo inició Lao Zi hace más de dos mil años, y es una filosofía que enfatiza la compasión, la moderación y la humildad, valores idóneos para tiempos de crisis.

Además, esta filosofía confiere mucha importancia al equilibrio con la naturaleza, la vitalidad, la paz, la inacción, la renuncia al ego, la flexibilidad, la apertura de mente y la espontaneidad.

Con unas raíces se remontan a creencias casi prehistóricas, el Taoísmo se puede considerar el primer movimiento ecologista de la Historia, ya que rinde un profundo respeto a la Naturaleza y, al igual que el Budismo, establece una relación directa entre ésta y el ser humano.

"En 2008 ocurrieron muchas catástrofes naturales. En el próximo año lo más importante va a ser la armonía entre las gentes, por eso se van a eliminar los factores problemáticos. Según nuestra religión, los desastres naturales suceden por los deseos de avaricia de las gentes", explica Zhao.

"Necesitamos mantener el equilibrio en el mundo para proteger nuestro planeta", concluye Zhao para el nuevo año, que es el 4707 en el calendario chino.

El Templo de la Nube Blanca es la sede de la Asociación Taoísta de China, una de las religiones reconocidas por el gobierno de la República Popular (que oficialmente es un Estado aconfesional), y del Instituto Taoísta de China.

Fue construido en el año 739, durante la Dinastía Tang (618-907) como uno de los más importantes del Taoísmo de entonces, y a pesar de que durante la Revolución Cultural (1966-76) maoísta fue usado como cuarteles militares, en los últimos años ha vuelto a revivir como centro espiritual, con largas colas de visitantes por el Año Nuevo.

Acoge a 30 maestros residentes que pasean por sus patios y jardines ataviados con el tradicional traje azul oscuro de la congregación y el cabello largo recogido en un moño.

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